jueves, 12 de abril de 2012

Paradigmas del miedo

Que la cultura humana (valga la redundancia) es un producto exclusivo de esta nuestra raza animal parece de una evidencia científica incuestionable, aunque quizás a estas alturas de la historia podemos decir incluso que el orden genealógico es posiblemente el inverso: el hombre es el producto de la cultura donde nace. No es mi intención realizar una indagación antropológica en este texto, pero sí ordenar las relaciones que veo entre las apariencias de las realidades cotidianas y las estructuras que las soportan.

Leyendo un artículo de un profesor de Filosofía, que recientemente fue Ministro de Educación, recordaba que ya Nietzsche establecía una relación indisoluble entre la noción de algo y ese algo, es decir, que si miramos a un elefante sin conocer la noción de elefante, jamás estaremos mirando a un elefante, será en cambio una cosa muy distinta a un elefante. ¿Por qué me refiero a esto? La razón fundamental está en saber si la realidad que me rodea es un decorado anónimo que se colocó en el origen de los tiempos con su lógica modificación, o sin embargo lo ha construido mi madre, mi padre, mi colegio, mis amigos, mis experiencias, en definitiva mi lenguaje. Este lenguaje crea un escenario particular en el que se definen todos los conceptos con los que se ha entrado en contacto, como por ejemplo, qué es la felicidad, una casa, la comodidad, lo bueno, lo humano, etc.

Y en la comunicación entre lenguajes aparecen unos fenómenos culturales llamados paradigmas que establecen una serie de verdades aceptadas por todos o casi todos y que casualmente siempre llevan consigo un bolsillo rebosante de etiquetas que nominan “locura” a la discrepancia. Que se lo digan a Colón cuando en su cabeza rondaban las ideas de Ptolomeo, Su gran acierto fue negociar con el poder el beneficio comercial de su teoría y de su suerte. Otros se las vieron más canutas para ver el sol. En aquellos entonces el paradigma incuestionable del cosmos era la centralidad absoluta de la tierra plana sobre la que aparecían y desaparecían estrellas, nubes, sol, etc.

Actualmente los poderes establecidos en las democracias occidentales no suelen eliminar a los sujetos discrepantes con los paradigmas hegemónicos pero sí los arrincona en los márgenes de los caminos públicos, se hacen invisibles.

Últimamente encontrarnos con conceptos distintos a mercados, recortes, déficits y cómo no, crisis, es como cazar gamusinos, por mucho que los busquen no aparecen.
Esa manidísima palabra crisis no es un paradigma en sí, sino uno de los múltiples recodos del camino de un paradigma establecido o simplemente una consecuencia, si queremos. Un lema que recoge el sentir del paradigma en el que vivimos lo lanzó al aire nuestro vecino Sarcozy cuando ganó las últimas elecciones y basó su discurso en la idea de construir una Francia de propietarios, en la que el éxito individual siempre es posible y en la que todos son burgueses. Una frase, por cierto, que hace hincapié en varios conceptos: Propiedad, Individuo, Éxito y Burguesía. Ejemplos de conceptos generados por el Paradigma del Capital.

Hoy día las realidades subjetivas de la mayoría de nosotros no están conformadas por nuestra libertad. Parece que asistimos atónitos en el patio de butacas ante un despliegue infinito de escenarios que se presentan ante nuestros ojos con el beneplácito y acomodo nuestro. Grandes titulares de medios de comunicación nos afirman que “el mundo está en crisis”, ¿qué mundo?, que “la situación es crítica y es imprescindible atarse los machos”, es decir que no se gaste. Curiosamente la regla básica del capital está en el consumo como motor de riqueza. Miedo, miedo y más miedo provocan la parálisis social y la resignación.

Quién no recuerda en la niñez acurrucarse de noche en la cama, taparse hasta las orejas con la sábana que creíamos escudo impenetrable, y mirar de reojo cualquier atisbo de luz y de sombra con absoluto pavor. Al final yo siempre llamaba a mi madre para sentirme seguro. ¿A quién podríamos llamar ahora?
 
El miedo es irracional, pero no está ausente de lógica, ni son irracionales las causas que lo crean. Cuidado que nos hacen serviles y perfectamente manipulables. 

Entonces, ¿es la crisis una realidad sobrevenida o es una excusa ideológica validada por el propio paradigma?