Que la
cultura humana (valga la redundancia) es un producto exclusivo de esta nuestra
raza animal parece de una evidencia científica incuestionable, aunque quizás a
estas alturas de la historia podemos decir incluso que el orden genealógico es
posiblemente el inverso: el hombre es el producto de la cultura donde nace. No
es mi intención realizar una indagación antropológica en este texto, pero sí
ordenar las relaciones que veo entre las apariencias de las realidades
cotidianas y las estructuras que las soportan.
Leyendo un
artículo de un profesor de Filosofía, que recientemente fue Ministro de
Educación, recordaba que ya Nietzsche establecía una relación indisoluble entre
la noción de algo y ese algo, es decir, que si miramos a un elefante sin
conocer la noción de elefante, jamás estaremos mirando a un elefante, será en
cambio una cosa muy distinta a un elefante. ¿Por qué me refiero a esto? La
razón fundamental está en saber si la realidad que me rodea es un decorado
anónimo que se colocó en el origen de los tiempos con su lógica modificación, o
sin embargo lo ha construido mi madre, mi padre, mi colegio, mis amigos, mis
experiencias, en definitiva mi lenguaje. Este lenguaje crea un escenario
particular en el que se definen todos los conceptos con los que se ha entrado
en contacto, como por ejemplo, qué es la felicidad, una casa, la comodidad, lo
bueno, lo humano, etc.
Y en la
comunicación entre lenguajes aparecen unos fenómenos culturales llamados
paradigmas que establecen una serie de verdades aceptadas por todos o casi
todos y que casualmente siempre llevan consigo un bolsillo rebosante de
etiquetas que nominan “locura” a la discrepancia. Que se lo digan a Colón
cuando en su cabeza rondaban las ideas de Ptolomeo, Su gran acierto fue
negociar con el poder el beneficio comercial de su teoría y de su suerte. Otros
se las vieron más canutas para ver el sol. En aquellos entonces el paradigma
incuestionable del cosmos era la centralidad absoluta de la tierra plana sobre la
que aparecían y desaparecían estrellas, nubes, sol, etc.
Actualmente
los poderes establecidos en las democracias occidentales no suelen eliminar a los
sujetos discrepantes con los paradigmas hegemónicos pero sí los arrincona en
los márgenes de los caminos públicos, se hacen invisibles.
Últimamente encontrarnos
con conceptos distintos a mercados, recortes, déficits y cómo no, crisis, es
como cazar gamusinos, por mucho que los busquen no aparecen.
Esa
manidísima palabra crisis no es un paradigma en sí, sino uno de los múltiples recodos
del camino de un paradigma establecido o simplemente una consecuencia, si
queremos. Un lema que recoge el sentir del paradigma en el que vivimos lo lanzó
al aire nuestro vecino Sarcozy cuando ganó las últimas elecciones y basó su
discurso en la idea de construir una Francia de propietarios, en la que el
éxito individual siempre es posible y en la que todos son burgueses. Una frase,
por cierto, que hace hincapié en varios conceptos: Propiedad, Individuo, Éxito
y Burguesía. Ejemplos de conceptos generados por el Paradigma del Capital.
Hoy día las
realidades subjetivas de la mayoría de nosotros no están conformadas por
nuestra libertad. Parece que asistimos atónitos en el patio de butacas ante un
despliegue infinito de escenarios que se presentan ante nuestros ojos con el
beneplácito y acomodo nuestro. Grandes titulares de medios de comunicación nos
afirman que “el mundo está en crisis”, ¿qué mundo?, que “la situación es
crítica y es imprescindible atarse los machos”, es decir que no se gaste. Curiosamente
la regla básica del capital está en el consumo como motor de riqueza. Miedo,
miedo y más miedo provocan la parálisis social y la resignación.
Quién no
recuerda en la niñez acurrucarse de noche en la cama, taparse hasta las orejas
con la sábana que creíamos escudo impenetrable, y mirar de reojo cualquier
atisbo de luz y de sombra con absoluto pavor. Al final yo siempre llamaba a mi
madre para sentirme seguro. ¿A quién podríamos llamar ahora?
El miedo es
irracional, pero no está ausente de lógica, ni son irracionales las causas que
lo crean. Cuidado que nos hacen serviles y perfectamente manipulables.
Entonces,
¿es la crisis una realidad sobrevenida o es una excusa ideológica validada por
el propio paradigma?