martes, 25 de septiembre de 2012

David contra Goliat



Desde la aparición de los movimientos sociales originados por el malestar ciudadano ante el panorama político reinante (si es eso lo que ocurre), he seguido con cierto morbo personal las derivas, consecuencias y demás posibles desenlaces.
Algo se mueve, miles de personas salen a la calle a manifestar pacíficamente su descontento con la falta de respuesta institucional ante estatus como la crisis. Curiosamente se produce cierta paradoja. Este movimiento (llamado 15M, 25S, etc.) es reivindicativo en su naturaleza y por lo tanto político, estemos de acuerdo o no con él, y al mismo tiempo una de sus máximas es la desafección política, el desapego por las formas democráticas de los últimos 30 años. El movimiento social siempre me parece positivo, pero no debemos ser ingenuos si no analizamos sus objetivos concretos. Hasta la fecha no he encontrado motivos suficientes que den pie al análisis de los mismos, porque pedir derechos es algo loable, pero insuficiente. El cómo es la cuestión. Y si la política está enferma tendremos que hacer lo posible para curarla, hacerla más fuerte, y no lo contrario.
Parece que las revoluciones son lentas, generadas por acumulaciones históricas de injusticias e incluso desesperantes en sus procesos. Las conciencias del pueblo tienden a despertarse en el boca oreja, en ese rum rum de ritmo pausado, que va adquiriendo voluntades y volumen en su fuerza de reclamación.
Cuáles son los mecanismos que desencadenan los acontecimientos revolucionarios es una pregunta para tesis doctoral, pero lo cierto es que tras una acumulación general de rechazo hacia una determinada situación social, vienen a sumarse algunos hechos represivos por parte de los poderes establecidos que ya se consideran intolerables.
Decir hoy en día que no estamos en crisis o que es una invención por parte de unos contra otros, es decir que las vacas blancas no son blancas, vamos, que nos tomarían por locos desnortados. Pero ¿realmente estamos ante una crisis financiera? ¿O se trata de una guerra ideológica cuya herramienta principal es la economía?
Cuando un país necesita de financiación externa para mantener sus infraestructuras y servicios (derechos de los ciudadanos) sólo tiene que ir a un banco o a un mercado financiero, demostrar su solvencia de pago y firmar si procede. Pero cuando en la demostración de la solvencia de pago hay una serie de entidades privadas que se dedican a jugar con el prestigio y la seriedad de los países, basándose en la transmisión de una serie de rumores de patio de vecinos (aunque este sea global), entonces la cosa parece adquirir otros tintes. Estas agencias de calificación no tienen otro objetivo que su propio ánimo de lucro, nada distinto de los hilos que las manejan.
Pero existe una ideología de fondo que dice que Europa es un bastión a vencer por su abanderamiento del estado del bienestar. Digo ideología, porque si un estado decide generar servicios de calidad públicos de educación, pensiones, sanidad, etc., las empresas privadas que también los ofrezcan quedan orilladas del mercado, y porque seguimos entendiendo que las balanzas equitativas no son negocio. O dicho de otra manera, generamos más dependencia, control y volumen de negocio si muchos tienen poco y pocos tienen mucho. Los datos que manifiestan el desarrollo de la crisis así lo dicen. Actualmente los ricos son menos, pero tienen más, y las brechas del reparto de riqueza se ensancha.
En Europa parece que vamos inexorablemente hacia una división geográfica-económica que se intentó salvar en el proyecto inicial europeísta. Ante la falta de propósitos comunes y de voluntad supranacional, me temo que ya estamos ante una definida y dominante Europa del Norte y una subyugada Europa del Sur. Y parece más o menos evidente que ninguna de las dos sobrevivirá de manera independiente en esta jauría de lobos globalizada.
Y si la política no es capaz de aunar esfuerzos locales, autonómicos, nacionales y europeos para con sus ciudadanos, entonces ¿es mejor aniquilar las instituciones? Si estamos dominados por los mercados o por los poderes financieros o por una serie de grandes empresas, ¿qué hacer? Si Goliat es tan fuerte…. ¿cómo lo venceremos?