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viernes, 13 de enero de 2012

¿En qué creemos?

Se han dado, a lo largo de la historia del hombre, hechos sociales, consignas y modelos vitales muy variados y determinantes, que han contribuido a la construcción de paradigmas sociales de gran relevancia en nuestras vidas, hayamos investigado en ellos o no, siendo conscientes de ellos o no, sonándonos a chino o no eso del Idealismo alemán, la Ilustración, la Revolución francesa, el Realismo, el Cientificismo, el Pragmatismo o la Posmodernidad.
El siglo XX ha sido un siglo dominado por el acontecimiento de la revolución industrial comenzada en el XIX, desembocando ésta en varios caminos. Brevísimamente podríamos subrayar de un lado las cuestiones suscitadas por el trabajo desde la perspectiva de los trabajadores, es decir, derechos laborales, sociales, reparto de riqueza, sindicalismo; y por otro lado la demanda del empresario en la reducción de costes y ampliación de beneficios, descubriéndose el futuro hegemónico de la tecnología como factor de cambio revolucionario. No quiero entrar aquí en el debate sobre el desarrollo de la ciencia en función de su origen financiero. Sí afirmar que el análisis moral de la tecnología es tan ridículo como absurdo.
Y para colmo de nuestros males Dios se murió. Nietzsche sentenció su epitafio. Y el problema no radica en este asesinato piadoso sino en la falta de sustituto. Las ideas abstractas y universales o pretendidamente universales, como el caso de Dios, han servido de regulación en la mente del hombre, han marcado un camino y un cómo se anda, un proyecto ético y social. Después de Dios la Nada, o como se llama desde hace un tiempo: la posmodernidad, el pensamiento débil, la retórica escéptica, la relatividad suma, el vacío, la falta de consistencia. Todo esto inmerso en una crisis de valores, claro. Éstos son los asideros desnivelados tras la muerte de Dios, pero parece que nos hablan desde muy lejos y casi ni se les oye, tan lejos como 25 siglos. Y cuando esto ocurre, cuando no creemos en lo absoluto, cuando no creemos, como decía Juan de Mairena, entonces sólo pensamos. Pensar así de forma utilitaria, pragmatista, ligado únicamente a la acción, no a la idea. Pensar para la sentencia, no en la Justicia.
Por un hueco de la camisa se nos coló el pragmatismo inglés y americano de la mano de la ausencia de absolutos y de la científico-tecnología. Así existen menos problemas, ¿verdad? Todo está ahí, la realidad, sólo hay que manipularla para conseguir nuestro objetivo.

-Quiero construir una casa, ¿cómo lo hago?
-Con ladrillos, paciencia y dinero
-Pues manos a la obra
-¿Y eso de la prima de riesgo?
-Deje, deje..

Sería un error pensar que estoy denunciando el pensamiento instrumental. Nada más lejos, tiene su misión, lo que denuncio es su reinado por encima de cualquier capacidad intelectiva y su imperio en la cultura occidental.
¿Y para qué todo este recorrido? Para describir el proceso que genera nuestro paradigma actual: un hiperrealismo-pragmático. Ahora las cosas son lo que son, lo que vemos, lo que tocamos, nada de incertidumbre por dios. La realidad nos abruma los sentidos y se refleja en nuestra conciencia como si fuera espejo. Y más que abrumar, bombardea si nos consideramos en esta sociedad mediatizada. Pero paradójicamente se ha adueñado del mundo una ficción especulativa que genera mundos muy alejados de la tierra, de lo palpable. Uno se levanta por la mañana y le da los buenos días a la prima de riesgo, que podría ser perfectamente familiar de tu amigo Riesgo, pero se da el caso de que se trata de un invento imaginativo de la humanidad, al que no se le puede hacer una foto, ni tiene voz.
Un concepto abstracto no es real o irreal por sí mismo, si la conciencia que lo percibe no le da existencia. La idea de unicornio cobra existencia cuando la pensamos, pero yo hasta la fecha (es decir realistamente) no me encontré con ninguno, ni siquiera lo soñé.
La prima de riesgo viene avalada en existencia por todos los medios de ¿información? con todo su cargamento de miedo y estampida. La perspectiva realista nos proporciona un ejemplo más de que lo que entra en nuestra cabeza es así y no de otra forma. Los medios descargan tal información constante y sonante sobre la cabeza de los expectantes, con el objetivo conseguido de construir el decorado de nuestro mundo, nuestra realidad dada, la que nos dan ellos, claro.
Una de las grandes aportaciones kantianas a las vidas de toda la cultura occidental, por pocas noticias que se tenga del filósofo de Könisberg, es que el conocimiento de la realidad no se produce vertiendo ésta en un recipiente vacío capaz de conservarla y reproducirla. La conciencia no es un espejo. Antes bien el conocimiento se edifica a través de conceptos y éstos sobre los pilares de la intuición. El conocimiento se produce por la adaptación de las cosas a nuestra conciencia y no al revés. Es decir, que es la propia razón humana la que hace la realidad. Díganselo ustedes esto a los “manejantes” de la información, aquellos que alienan nuestra realidad.

“la creencia en la realidad del mundo puede acompañarnos en el más ilusorio de todos los mundos. El mundo como ilusión y el mundo como realidad son igualmente indemostrables. […] En este pleito no actúa el tribunal de la lógica, sino el de la sospecha. Lo inquietante no es poder pensar lo uno y lo otro, merced a un empleo moderado de la razón, sino agitarse entre creencias contradictorias.” Juan de Mairena

¿Y si desmontamos de nuestra conciencia todo aquello en lo que creemos por mor de otros, la prima de riesgo, los unicornios, el estado del bienestar, los imprescindibles recortes económicos, etc.? Si somos capaces de mirar a los medios con el ceño fruncido construiremos una realidad que será más nuestra aún.
Por otro lado es constatable que estamos viviendo una ficción que tiene su mérito, su esfuerzo y sus contradicciones, pero que se aleja cada vez más de lo nuestro, de lo radicalmente nuestro, la tierra, la naturaleza, lo que queda como estructura fuerte y sin engaños por debajo de toda esta fantasía. Preguntémosnos. Por ejemplo ¿es posible aumentar ilimitadamente la cantidad de algo? Parece que físicamente no es posible, ¿entonces por qué hemos comprado la idea reiterada de crecimiento económico, o en riquezas si conocemos que el límite existe y está en el otro? ¿Seguiremos comprando la idea retocada de crecimiento, ahora llamado sostenible en un intento de discurso adecentado éticamente?
En el actual panorama en el que más personas contactan y se comunican con más personas somos más conscientes del efecto mariposa y sin embargo sólo estamos viendo más oportunidad de negocio, más tener, más para. Es un mundo muy complejo y contradictorio lleno de matices que se han multiplicado exponencialmente al igual que las razones, pero las cuestiones de base no han cambiado. Todo o casi todo es discutible racionalmente, pero detrás de toda razón existe la fe, primeramente la fe en la razón misma y segundo la fe en los valores que se defienden.

La pregunta es ¿en qué creemos?

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